viernes, 15 de junio de 2012

Sin palabras.


Lo primero que tenéis que hacer antes de continuar es mirar a los ojos al bebé de la foto.
Bien, ahora, continuad.
Hoy me ha hervido la sangre cuando he conocido la siguiente noticia.
Resulta que una joven china ha sido obligada a abortar su embarazo, cuando éste se encontraba en el séptimo mes. Y ha sido obligada no por clínicas privadas, no por un médico malvado, sino por la ley. En la república china, una rígida política del control de la natalidad obliga a todos los ciudadanos a no tener más de un hijo, si viven en la ciudad, y dos (en el caso de que el primero sea chica) si viven en el campo, lo que produce este tipo de situaciones, que si alguna de las cientos de millones de mujeres chinas comete el ''error'' de quedarse embarazada de un niño por segunda vez, se verá obligada a acabar con la vida del 'nasciturus' (término latino, que significa, literalmente: el que va a nacer).
Y, yendo más lejos, la noticia ha sido ocasión de mencionar el número de abortos que el año pasado se produjeron en China. En un año: siete millones.
¿Hasta dónde ha llegado el odio a la vida, que siete millones de vidas humanas son interrumpidas en el seno mismo de su madre cada año?
Claramente es un problema acuciante el de la superpoblación en China, pero bajo ningún concepto, ninguno, es admisible el asesinato de seres humanos inocentes. Es la solución rápida, fácil, y tan fácil como deplorable, execrable y odiosa.
Condeno desde este blog, y animo a condenar, y a hacer todo lo posible por evitar el caso mencionado, y los siete millones más que ocurren, sólo en China, por no citar la cifra de abortos que se realizan diariamente en el resto del mundo.
Si las personas que van a matar al niño que hay dentro de la madre mirasen a los ojos a ese niño unos meses después, se darían cuenta de su error, y del horror escondido  en el aborto.

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