lunes, 23 de abril de 2018

El mejor poema del siglo




Terminé hace poco "Antología de la nueva poesía española" de José Luis Cano. Es una recopilación de poemas de autores del siglo XX -lo de nueva es un decir, porque el libro tiene sus décadas-, que me regaló mi señora tía, a la que debo parte de mi afición literaria. He tardado unos años en leer entero el libro, pero puedo decir que ha valido la pena. Y como alargar más el chicle es tontería, os dejo con el que es, para mí, el mejor poema del libro (o sea que puede decirse que es el mejor poema del siglo). Viva la poesía.

Leopoldo de Luis: Elegía de otoño

Las hojas del otoño flotan sobre tu brisa
y caen en el estanque solitario del alma.
Un dolor de ser otros parece que nos pesa
como unas rotas alas.
(Acaso nunca el hombre es él mismo.) Escuchamos
la voz honda del tiempo, la palabra
del tiempo que en los labios cobrizos del otoño
pone su dejo antiguo, su amarillez, y pasa.
 
Escuchamos el tiempo pasar: es un rebaño
invisible que pisa por la hierba mojada;
es una larga ronda de vientos tañedores
entre las flautas rojas de las ramas;
 
es una herida queja de líquidos metales
por fugitivos corazones de agua.
Escuchamos el tiempo y apretamos los párpados
y sentimos el tiempo en nuestras lágrimas.
 
El otoño que arde con su lumbre de gloria
presta a las cosas luz misteriosa y dorada;
toda la tierra tiene una triste hermosura
como una dulce evocación de infancia.
 
También otoño el corazón nos dora
y sus hondos paisajes nos enciende en el alma
y nos sentimos tiempo transitando, fundida
nuestra amarilla cera en las hermosas brasas.
 
Caminamos pisando un corazón de hojas.
Pisando lentamente una esperanza.
Y miramos al cielo. Y abatimos la frente.
Y decimos: -Mañana.


miércoles, 4 de abril de 2018

La clave de todo


Y es que las personas que nos rodean son, como diría Melville, "la clave de todo". Acabo de llegar de unos días inolvidables en la capital del mundo antiguo, una Roma que me ha fascinado como nunca antes. Era la tercera vez que caminaba por sus calles. Poco ha habido que visitara por primera vez. Lo distinto era la gente que me rodeaba: buenos amigos. Y esa palabra, "amigo", ha adquirido para mí en los últimos tiempos resonancias tan profundas como el cañón del Colorado (vaya mierda de comparación, pero no se me ocurría otra), que por supuesto se descojonan en la cara del concepto facebookiano de amistad. Encontrar a alguien en quien confiar plenamente, y que confía en ti, alguien con quien no tener secretos, con quien compartir lo más divino y lo más humano, alguien con quien caminar, con quien hablar, con quien hacer el tonto... es una experiencia casi insuperable.
Ayer me fui con un amigo a hacer deporte. Hace unos meses empecé un proceso deportivo arduo y hasta cierto punto humillante. Consiste en ese itinerario que todos hemos vivido alguna vez de conseguir hacer una dominada -si es que se escribe así-, levantando tu propio cuerpo por encima de una barra. Hasta el momento los resultados visibles son muy escasos, por no decir lamentables. Por eso siempre es bueno tener cerca a alguien que te anime. El caso. Ayer nos tocó al lado un personajillo al que podemos bautizar como "el Christian". No tenía pinta de tener más de diecisiete años, ni de pesar más de sesenta kilos (¿con q o con k?, eterna duda) que se acumulaban en su mayoría entre el codo y el hombro, lucía un pendientaco de los que dan "flow" en cada oreja, y tenía pinta de no haber hecho otra cosa en el último año que colgarse de la barrita de los cojones. Al ver el nivel de maestría -nulo- que un servidor desplegaba, el bueno de Christian se vio en la obligación de demostrarme "cómo va el tema". Fueron quince minutos de esos que ahorran Purgatorio. En fin, un abrazo al Christian si nos sigue desde el parque de barras. El pobre es una demostración clara de que las personas que nos rodean son la clave de todo.

Dice el bueno de Aristóteles que la amistad es "un alma en dos cuerpos". Doy fe de que tiene razón. Esa frase suya no es una hipótesis, sino que es la constatación de un hecho empírico. Posiblemente, uno de los grandes problemas de la sociedad que nos circuncida es haberse olvidado de lo que es la amistad, y uno de los grandes remedios para sus heridas es redescubrirla. Amén.


El mejor poema del siglo

Terminé hace poco "Antología de la nueva poesía española" de José Luis Cano. Es una recopilación de poemas de autores del si...