miércoles, 4 de abril de 2018

La clave de todo


Y es que las personas que nos rodean son, como diría Melville, "la clave de todo". Acabo de llegar de unos días inolvidables en la capital del mundo antiguo, una Roma que me ha fascinado como nunca antes. Era la tercera vez que caminaba por sus calles. Poco ha habido que visitara por primera vez. Lo distinto era la gente que me rodeaba: buenos amigos. Y esa palabra, "amigo", ha adquirido para mí en los últimos tiempos resonancias tan profundas como el cañón del Colorado (vaya mierda de comparación, pero no se me ocurría otra), que por supuesto se descojonan en la cara del concepto facebookiano de amistad. Encontrar a alguien en quien confiar plenamente, y que confía en ti, alguien con quien no tener secretos, con quien compartir lo más divino y lo más humano, alguien con quien caminar, con quien hablar, con quien hacer el tonto... es una experiencia casi insuperable.
Ayer me fui con un amigo a hacer deporte. Hace unos meses empecé un proceso deportivo arduo y hasta cierto punto humillante. Consiste en ese itinerario que todos hemos vivido alguna vez de conseguir hacer una dominada -si es que se escribe así-, levantando tu propio cuerpo por encima de una barra. Hasta el momento los resultados visibles son muy escasos, por no decir lamentables. Por eso siempre es bueno tener cerca a alguien que te anime. El caso. Ayer nos tocó al lado un personajillo al que podemos bautizar como "el Christian". No tenía pinta de tener más de diecisiete años, ni de pesar más de sesenta kilos (¿con q o con k?, eterna duda) que se acumulaban en su mayoría entre el codo y el hombro, lucía un pendientaco de los que dan "flow" en cada oreja, y tenía pinta de no haber hecho otra cosa en el último año que colgarse de la barrita de los cojones. Al ver el nivel de maestría -nulo- que un servidor desplegaba, el bueno de Christian se vio en la obligación de demostrarme "cómo va el tema". Fueron quince minutos de esos que ahorran Purgatorio. En fin, un abrazo al Christian si nos sigue desde el parque de barras. El pobre es una demostración clara de que las personas que nos rodean son la clave de todo.

Dice el bueno de Aristóteles que la amistad es "un alma en dos cuerpos". Doy fe de que tiene razón. Esa frase suya no es una hipótesis, sino que es la constatación de un hecho empírico. Posiblemente, uno de los grandes problemas de la sociedad que nos circuncida es haberse olvidado de lo que es la amistad, y uno de los grandes remedios para sus heridas es redescubrirla. Amén.


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