martes, 28 de diciembre de 2010

La Navidad Moderna y la verdadera Navidad.

En estos tiempos de Navidad, en los que ya se veían luces y adornos cuando quedaban casi dos meses para la celebración del día propiamente llamado como Navidad, es profundamente necesario que la sociedad investigue sobre las raíces de esta fiesta y vuelva a conocer la Navidad. Las preguntas que la gente podría hacerse son: ¿qué es la Navidad? ¿Qué quiere recordar la Navidad? ¿Es una fiesta pagana o religiosa?

Veamos la definición de la RAE:

navidad.

(Del lat. nativĭtas, -ātis).

1. f. Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.

No le quito nada de razón a esta definición. La Navidad es, sobre todo, la fiesta que conmemora el Nacimiento de Jesucristo, Salvador de la Humanidad.

Lo que quiere recordar la Navidad cristiana, que es la única Navidad, es que Jesús, Hijo de Dios, nació en una aldea llamada Belén hace ahora 2010 años.

Es por lo tanto, y en contraste con la Navidad Moderna ofrecida en la sociedad actual, una fiesta religiosa. Cristo ha nacido y ha llenado el mundo de luz, pero de la luz verdadera, no de esas luces de colores con las que se quiere cubrir la verdadera fiesta navideña.

Feliz Navidad.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Navidad.

Por las calles de Belén,
caminando tres figuras,
animal, hombre y mujer,
en la negra noche oscura.

Andan buscando posada,
donde pueda descansar
y a su niño alumbrar
la mujer embarazada.

Pero posada no encuentran,
pues el egoísmo humano
que nuestro mundo presenta
no piensa en tender la mano.

Finalmente un mesonero
les indica un lugar
donde a luz podrá dar
la mujer del carpintero.

Hacia allí ellos se encaminan,
Y, de lejos ve José
el establo al que iban.

Tan desastrado lo ve
que decide adelantarse,
a adecentar el Belén.

Y entonces llega María,
la princesa celestial,
de belleza sin igual,
que esa noche a luz daría.

Y ve a José atareado,
y mira con gran ternura
a aquel hombre enamorado,
de la Santa Virgen Pura.

Y así fue como una fría
negra noche Dios nació
y a este mundo redimió,
por la humildad de María.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Bruce Springsteen



The Promise: The Darkness on the Edge of Town Story
Bruce Springsteen (New Jersey, 1949) es posiblemente uno de los mayores exponentes históricos de la música rock americana desde la década de los 70, en la que publicó (en 1975) ''Born to Run'' el disco que lo lanzó al estrellato.
Después de este éxito, tuvo un enfrentamiento jurídico con su representante Mike Appel, por el cual no pudo entrar en un estudio de grabación durante casi tres años, desde 1975 hasta 1977.
Cuando en octubre de 1977 Bruce y su banda (The E Street Band) alquilaron una casa y montaron en ella el estudio de grabación, la creatividad de Springsteen explotó tras esos años de sobrevivir únicamente tocando en vivo y escribiendo canciones sin poder grabarlas. Las sesiones de grabación duraron seis meses (desde octubre de 1977 hasta marzo de 1978), y se grabaron unas 70 canciones, de las cuales solo 8 se publicaron en el disco de ''Darkness on the Edge of Town''.
Ahora, 32 años después, sale a la luz ''The Promise'' una caja recopilatoria que recoge 20 de las canciones descartadas, el disco con las canciones publicadas, y unas 3 horas de vídeo en las que se incluye el ''Making up'' y dos conciertos.
Por el momento, desde que lo conseguí, he visto el ''Making up'' y he escuchado los Cd's, y debo opinar diciendo que es una de las pequeñas joyas de la discografía de Bruce Springsteen y, por lo tanto, una de las joyas del rock del siglo XX, que ve la luz en el XXI.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Relato.

ZARAGOZA

A las doce de la noche llegué a la puerta del Portillo. Supe que esa era la hora pues el campanario de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar repicó ese número exacto de veces.

En la puerta los soldados hacían la guardia nocturna. El número era el doble que de normal debido a que hacía una semana, el 3 de mayo, había llegado la noticia de Madrid de la ocupación francesa, y de la masacre en la Puerta del Sol. Y, desde que se sabía que un ejército francés se dirigía hacia Zaragoza, don Juan de Palafox, al mando del ejército, había mandado a tres centenares de soldados regulares suplementarios a las murallas. Aunque, realmente, esos eran casi todos los militares que habían en la ciudad. El número de estos se había visto reducido después de que el mismo don Juan mandase una compañía de doscientos cincuenta jinetes al mando de don Alfonso Vega a socorrer la guarnición de Gerona, que había pedido ayuda.

Cuando llegué al puesto de guardia emplazado al pie de la puerta, saludé a los centinelas que, levantando la cabeza de los pasatiempos con que ocupaban la noche, me devolvieron el saludo. Todos conocían al hijo del panadero, que había ingresado en la milicia hacía unos días. Julio, un soldado del que me había hecho amigo, sonrió en cuanto me senté junto a él (no solía divertirse con el resto de los centinelas) y me invitó a un cigarro. Entablamos una conversación, con el fin de pasar el tiempo, y este pasó, lentamente.

Un ruido de mosquetes y varios gritos- en la lejanía pero dentro de la ciudad- nos alertaron a todos.

-¡Viene de la de Sancho!-se oyó en lo alto de nuestro puesto. Y hacia allí corrimos los veinte, tomando un arcabuz, un sable, un mosquete, lo que fuera…

Cuando recorrimos los casi trescientos metros que separaban las dos puertas, ya éramos unos cincuenta los reunidos en lo alto de la muralla, y unos treinta los que esperaban abajo a saber la causa de la alarma. Se formó un alboroto que hacía algo difícil comprender qué hacíamos realmente allí, hasta que un capitán, enarbolando un catalejo, pidió silencio y tranquilidad. Oí de alguien que se habían escuchado disparos, gritos, y ruido de caballos a lo lejos, al otro lado de las murallas. En cuanto la tropa hubo recobrado la calma, el capitán informó de lo que veía. A unos trescientos metros, un grupo de unos quince jinetes estaban siendo perseguidos por otro más numeroso, de unos cincuenta. Los primeros llevaban uniforme español. No era necesario ver el uniforme de los otros.

Un grupo de veintidós fuimos a los establos de san Joaquín, distante unos dos minutos a la carrera.

A una orden del capitán del catalejo, la puerta de Sancho fue abierta, y el resto de los centinelas, unos cien (el grupo había crecido un cuestión de segundos), formó a unos quince metros de la entrada abierta. Un cañón ejecutó dos salvas de disparos al aire desde la muralla. Surtió efecto, y los franceses se retiraron. En ese momento salimos de la ciudad los veinte jinetes y fuimos al encuentro del otro grupo al galope. Ellos redujeron la marcha. Cuando estuvimos a unos cincuenta metros pudimos ver que iban heridos, con los uniformes desgarrados, y, cuando nos acercamos más, varios de ellos se desplomaron de sus monturas, cayendo al suelo. Cuando estuvimos con ellos, cinco de mis compañeros desmontaron y los ayudaron a incorporarse, mientras se presentaba el superior a nuestro sargento.

-Soy el coronel don Alfonso Vega. Nos interceptaron antes de llegar a Huesca. Somos los supervivientes de la compañía enviada por don Juan a Gerona. Los gabachos estarán aquí en tres días. Por lo menos siete mil hombres.- Y, sin más, cayó del caballo, malherido.

Tres días después, el ejército francés, al mando del general Jacques Lefévbre hizo acto de presencia. Don Juan de Palafox ya había anunciado su llegada y, para entonces, unos dos mil milicianos y trescientos veintitrés soldados regulares, al mando del coronel don Pablo de Ballester, segundo de don Juan, también presente, ya ocupaban las murallas y puertas de la ciudad, así como las torres y fortificaciones. A este número se sumaban los siete mil zaragozanos que tomaban posiciones en las calles, plantando barricadas por doquier y acarreando cañones de una posición a otra.

Yo me encontraba junto a Julio y cinco milicianos más en la torre de san Pablo, y desde este puesto privilegiado podíamos ver como los regimientos franceses tomaban posiciones a lo largo del perímetro de la ciudad. El ataque enemigo se centraba en la puerta de Sancho y en la del Portillo, junto a esta última estaba emplazada la torre de san Pablo, donde nos encontrábamos. Al ver la concentración de tropas enemigas junto a estas dos puertas, don Juan y don Pablo habían acudido allí junto a los soldados regulares disponibles.

Las tropas napoleónicas contaban con un nutrido grupo de artillería y con un regimiento de caballería, que se sumaban a los doce regimientos de infantería. En total contaban unos ocho mil soldados regulares.

De pronto, Julio llamó mi atención, señalándome a un grupo de jinetes, al frente del cual galopaba uno ricamente ataviado que se dirigía a la puerta de Sancho, sobre la cual se erguía don Juan de Palafox, desafiante, altanero, guerrero y valiente rayano en lo temerario.

-Es el general gabacho, que viene a negociar.

Ambos frentes enmudecieron, a la espera de las palabras entre los dos líderes. A lo largo y ancho del campo de batalla se escuchó la voz en español con acento del general francés.

-Habla Jacques Lefévbre, duque de Marsella y general con honores del ejército de su Majestad Imperial Napoleón Bonaparte, Emperador de Francia. Su Majestad Imperial ofrece un paso seguro hasta Oviedo a la totalidad de los ciudadanos y soldados de Zaragoza (no sabía que ambos términos aducían a lo mismo), así como un trato correcto con oficiales y militares, a cambio de la entrega pacífica y sin enfrentamiento bélico de la totalidad de la ciudad.

Pasaron unos segundos, tensos, antes de la reacción del comandante español. Y la reacción fue tan inesperada como usual en un español. Don Juan rió, rió a carcajadas estrepitosas, y estas carcajadas fueron escuchadas por los soldados de ambos ejércitos y por los milicianos presentes. Y, con él, los oficiales comenzaron a reír, después los soldados, y en unos segundos todos los que ocupaban las murallas reían sin saber muy bien por qué. Y sus risas desconcertaron a todos los franceses, que se preguntaban si no estarían luchando contra un ejército de locos.

Respondiendo a la propuesta de Lefévbre con una frase que fue secundada con un feroz griterío por los casi tres mil españoles que la escucharon, y que quedó grabada en mi memoria, siendo la última que escuché; don Juan de Palafox, duque de Rebolledo y comandante en jefe de Zaragoza, desenvainando su sable, gritó:

-¡Después de muerto, hablaremos!-

martes, 14 de diciembre de 2010

''Arturo Pérez-Reverte: El asedio''







Arturo Pérez-Reverte, periodista y escritor español, es el autor de esta novela de aventuras, misterio, suspense, acción y romance en tiempos de guerra.
El Asedio es una obra ambientada entre los años 1810-1812 en la ciudad de Cádiz, una de las únicas que resistió al ataque francés durante la guerra de Independencia y en la cual se redactó la conocida Constitución de 1812, ''La Pepa''.

En la novela se entrecruzan las historias de seis personajes: un inspector de policía sin escrúpulos, una dama dueña de una casa comerciante, un marinero pirata, un soldado salinero del ejército español, un químico español aliado con los franceses, y un oficial de artillería francés cuya única obsesión es alcanzar con sus cañones la longitud deseada.

Con estos seis personajes se cruza la circunstancia de que una serie de muchachas son encontradas asesinadas brutalmente en la ciudad, y es el inspector, Rogelio Tizón, el que debe investigar estos asesinatos, que al final de la historia acaban enlazando de alguna forma a todos los personajes, por muy separadas que al principio parecen sus vidas.

No puedo decir que realmente me haya convencido del todo, simplemente porque el final decepciona, no es directamente proporcional a la calidad de la trama ni al suspense que crea el autor. Sin embargo, es una fuente de descripciones y utiliza un lenguaje culto, interrumpido por una cantidad abultada de escenas en las que el lenguaje es soez o lo que se expresa en ellas obsceno.
En resumen, lo definiría como una novela con la que puedes entretenerte durante unos dos o tres meses, o, si tienes tiempo, como en verano (yo me lo leí entonces) te puede durar un mes y medio.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Recristianizar la sociedad






El pasado 7 de noviembre, en la ciudad de Barcelona, el mundo cristiano vivió una gran jornada. En la ciudad condal, los jóvenes tomamos la palabra. Nuestros gritos de apoyo al Santo Padre se escuchaban por todas partes. No teníamos miedo. Allí se vio con claridad que los jóvenes somos, como el Cardenal Etchegaray nos dijo en una ocasión a unos amigos y a mí,el futuro de la Iglesia y del mundo.Me gustaría repetir este mensaje a todos los católicos, y, en especial a los jóvenes. ¡Somos el futuro de la Iglesia!¡Jóvenes! ¡Católicos! ¡Hemos de re cristianizar la sociedad! No tengamos miedo, como no lo tuvimos en Barcelona, como no lo tuvimos en Santiago, en Valencia, en todas las ocasiones que el Santo Padre visitó nuestras ciudades. De esta forma, con la alegría que un santo repetía ‘’machaconamente’’ que tuviéramos, los jóvenes católicos enseñaremos a esta sociedad que existen ideales por los que luchar; valores más elevados que la simple existencia pasajera, superflua, vana y banal, que no todo se reduce a lo vacío, triste, yermo y muerto. No olvidéis que estamos en el equipo ganador. Re cristianicemos España, Europa, el mundo. En agosto, acudamos todos a Madrid. Los jóvenes de todo el mundo estaremos junto al Papa. No tengamos miedo.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Nuevo blog




Bueno, como podéis ver (o como verá el que se decida a leer este blog) empiezo blog. Aunque en realidad este espacio fue creado hace tres años, y no fue continuado, es decir, no escribí ningún artículo.
He decidido continuarlo tras observar el ejemplo de los enlaces arriba señalados.
¿De que se hablará en ''Qué decirle al mundo''? Pues... de muchas cosas: música, literatura, reflexiones, la sociedad, religión, la naturaleza... y muchas cosas más. ¿Qué cosas? Lo veréis, si seguís leyendo.
La dirección de internet es un poco complicada, pero ya saldrá, poco a poco...

El mejor poema del siglo

Terminé hace poco "Antología de la nueva poesía española" de José Luis Cano. Es una recopilación de poemas de autores del si...