viernes, 21 de diciembre de 2012

Una fiesta no retrogradada.

De nuevo se acercan fechas tan señaladas como las que atravesaremos en unos días (24 y 25 de diciembre) en las cuales el mundo occidental, de raíces cristianas, celebra el nacimiento del Mesías.
Es bien cierta la frialdad con la que se celebra este hecho, que sirve realmente de pretexto para otros tipos de celebraciones poco acordes con el motivo real, y que se acercan más a una fiesta pagana que a lo que es: una fiesta cristiana.
Pero es siempre bueno saber que la misma Navidad no es más que la cristianización de una fiesta pagana. Sí, y es que entre el siglo I y el IV d.C., entre los soldados del Imperio Romano era muy frecuente encontrar devoción a Mitra, el sol invicto, cuya fiesta, casualmente la conmemoración de su nacimiento, se celebraba el 25 de diciembre, por asuntos relacionados con la astronomía, de los cuales nada sé.  Por esos años, cuando el cristianismo comenzaba a arraigar en todo el Imperio, para acabar con la tradición mitraísta, se estableció como fiesta cristiana el 25 de diciembre: el nacimiento de Cristo.
Causa estupor comprobar cómo siglos y siglos de cristianismo no han logrado reconducir el gusto de los hombres por los sucedáneos de religión, como es el paganismo, que nuevamente hace su aparición, siendo un hecho que, para gran parte de la sociedad, celebraremos en tres días una fiesta pagana, ¡hemos vuelto a las costumbres de nuestros antepasados más antiguos!
Desde luego, serán retrógrados estos ateos...

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