jueves, 13 de abril de 2017

Libros.



El curso empezó como había terminado el anterior, y el verano, con la primera parte de "El Señor de los Anillos" en las manos. Un clásico. Siempre es recomendable volver a leer el libro, aunque sea para darse cuenta de la infinidad de detalles y sucesos que no recoge la película.



Y aquello continuó, con un viejo conocido de la infancia-adolescencia, "Corazón de tinta", de la alemana Cornelia Funke, aunque esta vez en inglés. La historia despide por los poros amor por la literatura, los libros, y un fino sentido del humor, con personajes que resultan muy cercanos, y una trama enganchante. Uno de los libros que más a gusto he re-leído últimamente.


En algún momento del curso, di el salto del inglés al alemán, y empecé a leer en la lengua de Goethe. El primer intento, "Erzähler der Nacht" (El contador de historias de la noche), de Rafik Schami, acabó en fracaso, no tanto por falta de voluntad como porque apareció otro competidor más interesante, llamado "Die Weiße Rose" (La Rosa Blanca), de Inge Scholl, la hermana de Hans y Sophie Scholl, los dos conocidos estudiantes que, junto a otros, formaron un grupo de resistencia intelectual y propagandista al régimen nazi. La historia de Hans es especialmente apasionante, aunque el libro en general está más pensado en clave histórica que novelística.


El siguiente libro en caer en mis manos fue "El despertar de la Señorita Prim", de Natalia Sanmartín. Había oído hablar maravillas del libro, por parte de mucha gente. Sinceramente, después de leerlo, puedo decir que, siendo recomendable, no es un libro de esos que dejan huella. Cargado de diálogos interesantes pero no brillantes, el resultado de los mismos y de los acontecimientos es bastante predecible, y el ritmo quizás demasiado lento.

Después de terminar el anterior libro, durante un breve viaje de vuelta a mi tierra, leí en poco tiempo "Correr para vivir", del corredor olímpico Lopez Lomong. Es una historia apasionante, contada con una sencillez asombrosa y a veces demasiado inocente. Es el testimonio de la vida azarosa de una persona que ha sufrido mucho, pero que ha recibido la oportunidad de salir de la miseria, y que por eso se siente eternamente agradecido.

Por último, y aún caliente en mis ojos (lo he terminado hace unas horas), está el tan comentado libro de Alessandro D´Avenia, "Blanca como la nieve, roja como la sangre". El escritor italiano se mete en la cabeza y el corazón de un chaval de dieciséis años, el típico adolescente que no sabe ni cómo se llama, pero que trata de descubrir su sueño, y de conquistar a la chica de esos mismos sueños (esta palabra, "sueño", es, junto con "rojo" y "blanco", la palabra del libro). La historia engancha desde el principio por su lenguaje -desenfadado, juvenil, y soñador-, por los temas tratados -el amor, la felicidad, la libertad, Dios- y por un envoltorio literario, cargado de citas de Dante, Homero y otros escritores griegos. El libro es un éxito comercial, y tanto él como su autor están en boca de todos. A mí me ha gustado mucho, sobre todo por muchas de las ideas que desprende, por el ambiente mental en el que se mueve (el de un chaval que sobre todo sueña y a quien el mundo se le queda pequeño para sus sueños), y porque no es una historia en la que todo sale bien. Sin embargo, pienso que D´Avenia comete dos errores en la historia, que hacen que no me termine de convencer: primero, entre todos los temas fundamentales que trata, se deja uno clave: la amistad. Ninguna historia de amistad verdadera -más allá del colegueo- aparece en el libro. Y ese es uno de los grandes problemas de hoy, la incapacidad de hacer amigos, y la obsesión con hacer sólo romances. D´Avenia cae también en ese error. La segunda pega que le pongo es el final, que no revelo para quien tenga interés en leerlo y no lo haya hecho aún (cosa rara). Sólo diré que me resulta forzado, antinatural: yo no habría terminado así. Pero yo, naturalmente, no soy él.

Hasta aquí la crónica de estas últimas lecturas. Reconozco que no tengo un don especial para hacer reseñas de libros, pero por algo se empieza. Los recomiendo todos. Ahora, a por el siguiente: Rilke.




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