Desde hace ya unos años, las cosas en España no son las que eran. La crisis, económica y ética, nos ha llevado más bajo que nunca, tanto que sólo podemos seguir dando la cara por nuestro país cuando el diálogo que entablemos gire alrededor de un balón, una portería, una camiseta...
Hace tiempo que nuestras únicas victorias internacionales son partidos de fútbol. Hemos derrotado a Francia, Holanda (por fin, se lo merecían después de lo de Flandes), a Portugal (aunque haya sido una 'injusticia'), y a tantos otros. Pero ojalá hubieran sido las victorias conseguidas por el personaje cuya foto pongo junto a estas líneas, y no las de un equipo de fútbol.
No quiero decir con este tono empleado que no me alegre de los éxitos deportivos, concretamente futbolísticos, que España ha conseguido en el último lustro. Mi intención es expresar, por contra, los pocos logros de los que, en el resto de campos, nuestra nación puede hacer gala. En política, pocos o ninguno, desde que yo tengo uso de razón. Es más, la actitud política de la última década nos ha llevado a donde estamos ahora, en un abismo económico aparentemente sin fondo. En diplomacia, nada. Gibraltar sigue siendo inglés, y Kirchner se ha encargado de aumentar nuestra mala sombra. En literatura, no soy conocedor de ningún escritor español contemporáneo que sea conocido en todo el mundo. En el campo lingüístico, el español es devorado por un inglés que ya acabó antes con el francés, y es el rey de la torre de Babel...
En fin, que, se mire por donde se mire, el único campo en el que, al parecer, los españoles podemos, hablando con una persona de cualquier otro país, sacar pecho, es en el deportivo. Es triste, pero al menos es algo.
Esta noche, el nombre de España (Spain, Spanien, Espagne...) sonará, para bien o para mal, en las gargantas de millones de personas alrededor del globo terráqueo. Será un logro, pero no lo habrá conseguido ni un político, ni un diplomático, ni un escritor, filósofo, músico... No, lo habrán conseguido once jugadores de fútbol, muchos de los cuales no estudiaron una carrera, y cuyas camisetas no olerán precisamente a rosas cuando se hable de ellos.
Ojalá pudiésemos hablar de un éxito nacional en otra escala, pero, por ahora, parece que, si queremos hablar bien de nuestro país, mejor no salgamos del campo de fútbol.