Soy un amante de la música. Y, para mí, eso significa una actitud de rechazo a lo que hoy se escucha. Odio toda la música que pueda calificarse como comercial, electrónica, fácil, estrambótica... Y por eso me ha gustado esta película.
El guion es sencillo. Una encantadora y desengañada Keira Knightley se encuentra con un productor de música (Mark Ruffalo) con una vida desarreglada y que, medio borracho, ve en ella una gran promesa, y se lanza a producir un disco con ella. La idea que subyace detrás de toda la grabación es el rechazo de "lo que se vende", para cantar "lo que es bueno".
No es que sea un rodaje espectacular ni aparatoso. De hecho, parece todo bastante sencillo. Sin embargo, alguna toma es realmente buena.
Y, lo que me parece más importante, las ideas de fondo, que se pueden resumir en el valor de la amistad y del amor, y la necesidad, para triunfar tanto en la vida como en la música, de ser tú mismo. En este sentido, es digna de ser enmarcada la conversación de Gretta con la hija de Dan, que, en poco tiempo y de manera desenfadada, es capaz de transmitirle seguridad, ilusión y una serie de valores que el padre era incapaz de contagiarle. Esta es quizá otra de las ideas interesantes de la película: la importancia en las relaciones humanas de la comprensión, de tener a alguien que escuche, y alguien que sepa estar ahí para animar. Al final de la historia, el perdedor es el egoísta, que hace la música más comercial, y se enamora del éxito. Los ganadores son los que aprenden a ser ellos mismos , para poder así ser amados -la hija de Dan, la propia Gretta-, y, también, los que saben pedir perdón, como Dan y su esposa.
En fin, una historia de amor y de vida, rodeada de un ambiente "indie" que le da a todo un toque alternativo. Es como una nota discordante en el universo en el que siempre vencen los fuertes y los individualistas, y en el que el respeto por la persona queda un poco al margen. En esta historia aparece francamente bien retratado, de una manera fresca y moderna.
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