La Universidad, como todos los centros de reunión de personas, más que un lugar es un ambiente. Un ambiente que se crea con el diálogo, las imágenes, los sucesos cotidianos y extraordinarios, la rutina: las personas y sus creaciones.
Comenzando por los elogios, en la Universidad he encontrado mucho de lo primero, diálogo. He encontrado ganas de entenderse unos y otros, ganas de debatir, de razonar. Sí, quizá la clave sea esa: ganas de razonar lo que se piensa. Fruto de ello, he encontrado una maravillosa disyuntiva: o razonas lo que piensas o eres arrastrado por quienes sí razonan. Además, he encontrado entre los universitarios ganas de trabajar bien, y a personas realmente brillantes intelectual y académicamente, con miras bastante altas si miramos la media española. He visto una generación que no quiere ser peor que la de sus padres, que quiere darle la vuelta a los males de la sociedad, he visto juventud idealista, y ese adjetivo es connatural al sustantivo con que lo acompaño. También he visto carácter para ir a contracorriente, y para denunciar las injusticias sociales, y reivindicar las realidades como son, y no como a veces se percibe acríticamente que son.
Sin embargo, y comenzando con las críticas, en ese diálogo razonado de que hablaba anteriormente he echado mucho en falta algo que es su complemento esencial: el amor a la verdad. El ambiente universitario que he encontrado yo no cree en la verdad, sino en tener razón. Probar por todos los medios que lo que uno sostiene es más cierto que lo que defiende el contrario. Vencer en un debate, no en el Debate con mayúsculas, que es la llegada a una verdad sobre aquello de lo que se habla. Además, se parte desde bases ya prefijadas, desde prejuicios que hacen el diálogo absurdo, se es sectario, se excluye -aún inconscientemente- a quien no acepta ciertas opiniones hoy mayoritarias, no se les escucha. Ese pretendido diálogo es estéril, fruto de una falta de honradez y de humildad intelectual. También he echado en falta, pese a ese idealismo social, una personalidad que permita a los jóvenes no seguir en masa las costumbres de diversión establecidas, como cumbre de la felicidad. Los universitarios dicen no seguir al rebaño, pero están metidos hasta el fondo del mismo, y eso se observa, más que en opiniones políticas, en la búsqueda de la felicidad, que es el fin de toda existencia, y que, pese a ser lo más característico a todo ser humano, se relativiza, diciendo que cada uno puede encontrarla donde quiera. Es sin embargo opinión muy extendida que en el trabajo no se encuentra, y sí en el alcohol y la música de discoteca. Los fines de semana parecen ser la fuente de la eterna juventud moderna: así pues, ¿qué sentido tiene el trabajo, la carrera universitaria, si su fin es el trabajo?
Elogio y crítica, pues, que espero ayude a construir un verdadero ambiente universitario, en el cual la verdad es la meta, y el respeto y la escucha los medios.
1 comentario:
Luis, estás en la cumbre!!!
Molt bó. Amunt
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