viernes, 21 de febrero de 2014

Cosas que no valen la pena (II).

       
          Me adentro de nuevo en el campo de lo ordinario para mostraros más cosas que parece necesario evitar a toda costa. Esta segunda cosa es, simplemente, enfadarse con el mundo.
          Acaece con relativa frecuencia, en este mundo tan plural, que una serie de opiniones resultan vedadas contra las de la mayoría. Esta mayoría excluye por sistema, casi inconscientemente, a quien piensa de tal manera. Dejo para otro momento la reflexión sobre la libertad, tema de sumo interés, que me gustaría tratar en un momento de menor espesor. Volviendo al tema, la reacción lógica de las personas que opinan de la manera 'prohibida', es la de adoptar una actitud de desprecio contra las que piensan de la otra manera. Es la actitud clásica del adolescente contra el mundo, pero en personas maduras, un proceso inteligente, en vez de una salida de orgullo hormonal. 
          La experiencia me ha enseñado (aunque solo tengo dieciocho años) que, ciertamente, no vale la pena enfadarse contra el mundo. Porque con un enfado no van a cambiar de punto de vista. Posiblemente se alejen más de ti, les des más motivos para excluirte, se haga más complicada la convivencia... Surge tensión. Y, como vimos en la primera edición de esta serie de entradas, ponerse tenso no vale la pena
          Me remito, además, a la entrada que escribí la semana pasada, para recordar que las sonrisas acercan más a las personas que las palabras duras y hostiles. Vale la pena, por tanto, sonreír a quien sepas que piensa diferente que tú, y no excluirle, aunque él te haya excluido a ti. Sin más.

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