jueves, 14 de marzo de 2013

Scribo.


¿Por qué escribo? Nadie escribe hoy en día. Cuando digo nadie nótese que me refiero a una minoría en la inmensa masa de personas que pueblan nuestro planeta. Sí, efectivamente, hay gente que escribe. Pero, eso no importa. La pregunta es por qué escribo yo, cuál es el motivo que me impulsa a teclear o a coger un bolígrafo. Pues mira, respondo a esa pregunta por mí mismo formulada diciendo que escribo porque quiero, escribo porque me gusta, porque estoy lleno de rabia que no quiero transformar en otra cosa que no sean ejércitos de letras uniformadas, de palabras tranquilas o furiosas, de frases irónicas, absurdas, de sinsentidos, de tonterías, de pensamientos distraídos que toquen a la puerta de quien lea. Escribo realmente para eso, para que quien lea mis líneas haga algo, cambie algo, piense algo, entienda algo. Y si no consigo eso, me conformo con que lo que escribo -porque, por si no os habíais dado cuenta, escribo- sea bello, arranque al menos un suspiro de admiración, represente lo que es la belleza aunque sea realmente en un grado ínfimo. Poco es mejor que nada. Escribo también con la esperanza de que alguien piense diferente, con la esperanza de que sepa respetar mi opinión y yo la suya, con la esperanza de que me hagan cambiar de opinión. No soy ningún Miguel Ángel, pero se hace lo que se puede.
En fin, que, como encabeza esta entrada, scribo. Que no es que me haya vuelto un garrulo, es latín.

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